martes, 12 de agosto de 2008

Al límite

Por Eliana Comas

Cuando somos chicos nos imponen límites para que seamos señoritas y señoritos de acuerdo a lo que manda la sociedad: no ir en contra de lo establecido. Entonces, crecemos entre lo que debemos y no debemos hacer. Y ahí es donde opera nuestro “super yo” con sus reglas, ética y moral.

Siempre vivimos en tensión y con miedo a elegir equivocadamente. Pero si un día somos capaces de accionar como realmente pensamos y sentimos; nos consideramos traidores y culpables. Extraña ambigüedad la del ser humano que vaga entre un ser y no ser pero que casi siempre es un no ser que no desea.

A veces, algunos viven al límite del rigor y muchos se cobijan detrás de él. Claro, para todo hay una explicación y creo que la evasión es una de ellas. La soledad, el desamparo, el merodear sin encontrar nada, la exclusión y la sensación de vacío son algunas de sus causas.

Y nadie está a salvo y vivimos en continuos malestares de época; y somos algo así como bombas de tiempo a punto de estallar. Y el límite es eso, aquello que demarca, divide en dos o en más opciones. Depende de nosotros, de cuan inteligentes o brillantes seamos para determinar de qué lado estamos o sí nos hallamos siempre al límite.