lunes, 17 de noviembre de 2008

Recuerdos

Por Eliana Comas

Me miró y se rió, vi la vida en sus ojos, vi el futuro, esperanza, paz, tranquilidad, pureza, mucha pureza. Toqué sus manos y agarraron mis dedos, formamos algún tipo de vínculo que duró lo que duran los momentos.

Luego lloró con fuerza, gritó y pataleó, quiso decirme algo, fue un mensaje que no entendí. Después cantamos, eso sí que nos gustaba, improvisábamos letras, quien sabe sobre qué, en una competencia por imponer nuestras voces y sólo una ganó, no fue la mía.

Corríamos, sentía el río cerca. Agarramos las bicicletas y nos fuimos lejos. Pero no era lejos porque seguíamos escuchando el ruido del motor de la camioneta y los gritos que nos llamaban.

Así, ignoramos que nos reclamen y nos sumergimos en la privacidad de nuestra infancia de niñas. Cortamos flores silvestres, de esas que hay miles en la tierra. Relatamos historias de terror para asustarnos mutuamente hasta que sentimos miedo las dos y nos fuimos, no recuerdo a dónde ni si nos retaron cuando volvimos.

Pero ese día, con mi corta edad y experiencias vividas sentí que era feliz, viví una aventura inolvidable.